La obesidad es una
enfermedad crónica de origen multifactorial prevenible, la cual se caracteriza
por acumulación excesiva de grasa o hipertrofia general del tejido adiposo en
el cuerpo; es decir, cuando la reserva natural de energía de los humanos y
otros mamíferos —almacenada en forma de grasa corporal— se incrementa hasta un
punto en que pone en riesgo la salud o la vida. El sobrepeso y la obesidad son
el quinto factor principal de riesgo de defunción humana en el mundo. Cada año
fallecen por lo menos 2,8 millones de personas adultas como consecuencia del
sobrepeso o la obesidad.1
La OMS (Organización
Mundial de la Salud) define como obesidad cuando el IMC (índice de masa
corporal, cociente entre la estatura y el peso de un individuo al cuadrado) es
igual o superior a 30 kg/m².2 También se considera signo de obesidad un
perímetro abdominal en hombres mayor o igual a 102 cm y en mujeres mayor o
igual a 88 cm. (Ver: diagnóstico de la obesidad).
La obesidad forma parte
del síndrome metabólico, y es un factor de riesgo conocido, es decir, es una
indicación de la predisposición a varias enfermedades, particularmente
enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2, apnea del sueño, ictus
y osteoartritis, así como para algunas formas de cáncer, padecimientos
dermatológicos y gastrointestinales.3 4 (Ver: Efecto sobre la salud).
Aunque la obesidad es
una condición clínica individual, se ha convertido en un serio problema de salud
pública que va en aumento.
https://es.wikipedia.org/wiki/Obesidad
https://es.wikipedia.org/wiki/Obesidad
La obesidad infantil es un
problema de salud caracterizado por el exceso de grasa corporal en el cuerpo de
los niños. Dicho nivel de adiposidad supone todo un condicionante para su salud
general y su bienestar, predisponiéndole a sufrir otras patologías secundarias
y asociadas. Según los datos publicados1 por la Organización Mundial de la
Salud (OMS), la prevalencia de esta enfermedad a nivel internacional es cada
vez mayor. En 2010 había unos 42 millones de menores con sobrepeso,
registrándose la mayor parte de los casos en países en vías de desarrollo.
Al igual que en los adultos,
la obesidad infantil requiere para su diagnóstico diversas pruebas
complementarias. Uno de los baremos más empleados es el conocido como índice de
masa corporal o IMC.2 También conocido como índice de Quetelet, éste toma como
referencia el peso y la estatura de la persona, valorando su proporcionalidad
en función de la fórmula matemática: masa dividida por la estatura al cuadrado.
Sin embargo, la ponderación de la cifra resultante varía en el caso infantil.
Al contrario que en los adultos, el índice de masa corporal ha de trasladarse a
una tabla de percentiles,3 teniendo en cuenta dos criterios esenciales: la edad
y el sexo del menor en cuestión. En función de la misma, se establece que los
niños con un índice de masa corporal situado entre el 85 y el 95 en dicha
escala padecen sobrepeso. Por encima del umbral del percentil 95 hablaríamos ya
de obesidad en grado variable.
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